Resumen: Mtro. Hugo Valadez Martínez
Martes 15 de junio de 2021
El calentamiento global es un tema que hemos escuchado por todos lados y muchas fuentes con el afán lograr un mayor alcance no tienen un sustento científico. Se ha dejado de lado que hoy existe un mayor número de ganaderos a nivel mundial que reconocen la importancia de la salud del suelo y han implementado prácticas de pastoreo sostenible.
De acuerdo con las investigaciones recientes, el impacto de la industria cárnica al medio ambiente ha sido enormemente exagerado, mientras que el principal culpable (el uso de combustibles fósiles) se ha dejado en gran medida pasar desapercibido.
El impacto del ganado rumiante en las temperaturas se exagera regularmente, comenta el experto en calidad del aire Frank Mitloehner, profesor de ciencia animal en UC Davis en California de Estados Unidos.
El problema se debe en parte a los métodos utilizados para calcular el impacto del ganado: el informe más significativo de la ONU, Livestock’s Long Shadow, afirmó que el ganado es responsable del 18% de las emisiones de Gas de Efecto Invernadero (GEI), pero la cifra calculó las emisiones a lo largo de toda la cadena de suministro, desde el uso de la tierra hasta el procesamiento y refrigeración en supermercados.
A diferencia del CO2 o el metano liberado de los combustibles fósiles que puede durar mil años, el metano biogénico producido por la ganadería se cicla regularmente entre la atmósfera, plantas y animales. El metano de la ganadería se descompone en un plazo de diez años en un proceso llamado oxidación de hidroxilo en CO2, entrando en un ciclo del carbono en el que el gas es absorbido por las plantas, convertido en celulosa y consumido por el ganado.
Además, hoy en día, como resultado de las nuevas prácticas de producción se produce mayor cantidad de alimento con menor cantidad de animales, ósea que nunca hemos tenido rebaños más pequeños que los que tenemos hoy, pero estamos produciendo la misma cantidad de carne que cuando teníamos un número mayor.
Para poner eso en contexto, cada año la ganadería producen 558 millones de toneladas de metano en todo el mundo, de las cuales 188 millones provienen de la agricultura. Casi esa cantidad total (548 millones de toneladas) se descompone por oxidación y es absorbida por plantas y suelos como parte del efecto de hundimiento.
Eso significa que, siempre que no se agreguen nuevos animales al sistema, las plantas utilizan la misma cantidad de dióxido de carbono producido por el ganado durante la fotosíntesis. “Eso no quiere decir que el ganado no tenga ningún impacto en el clima, pero no estamos agregando un calentamiento adicional“, dice el profesor Mitloehner.
De hecho, con la disminución del número de cabezas de ganado gracias al aumento de la eficiencia de la producción y la mejora de la genética, el rebaño de carne internacional se ha ido reduciendo. Por ejemplo, en EE. UU., se ha reducido en aproximadamente un tercio desde 1975, mientras que el número de ganado lechero ha caído de 25 a 9 millones en 70 años, la producción de metano del ganado en realidad está disminuyendo.
Además de lo anterior una gran parte de los gases emitidos es generado por los consumidores finales al generar desperdicios de alimentos. La comida desperdiciada es la categoría más grande de desechos en los vertederos, donde genera metano, un contribuyente al cambio climático global.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estima que los alimentos no consumidos arrojan 3.300 millones de toneladas de gases de efecto invernadero a la atmósfera terrestre cada año. Si el desperdicio mundial de alimentos fuera un país, sería el tercer mayor contribuyente a las emisiones de gases de efecto invernadero, detrás de China y Estados Unidos. Los estadounidenses desperdician entre el 30% y el 40% del suministro de alimentos del país, y más del 31% se produce a nivel minorista y de consumo.
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